21 de septiembre de 2014

AGUA, MALTA, LUPULO Y PASION. TIENEN UN MUNDO DE PLACER DELANTE DE USTEDES


El mundo de la cerveza, desde mi humilde opinión e ignorancia, está fragmentado. O eres un friki de las cervezas artesanales, o bien te contentas con las cervezas industriales. Esta aseveración escrita desde la exageración y poniéndome muy radical no pretende crear polémica, sino arrojar un poco de luz.

Creo que las industriales en su licito afán por querer abarcar la mayor cuota de mercado, han arrasado con la cultura cervecera, restringiéndola a locales de culto, como si del poblado de los irreductibles galos se tratase. Pero...no contaban con que teníamos la pócima mágica llamada cerveza de verdad.

Así que sin prisa pero sin pausa, al igual que en otras partes del mundo, el fenómeno de expansión de cervecerías artesanales es algo que ya no se puede parar o aminorar. El hacer cerveza en casa, los homebrews caseros, se convierten en microcerverías, crecen a artesanas y acaban como cerveceras, con una filosofía y, con algo que transmitir. Y, paralelamente el público se aproxima con más ganas de entender y disfrutar de una buena cerveza, descubriendo que puede ser algo tan estupendo y placentero como un vino.

Empieza a verse de forma habitual, como la gente pide en los bares cervezas de calidad, frente a la omnipresencia de los cañeros. Es muy significativo que, las cerveceras industriales empiecen a darse cuenta que no pueden perder ese carro y presenten mejores cervezas que, aún estando fundamentadas en maximizar producción contra coste, esa ya no es el alma de esas tiradas.

Ya no es tan difícil encontrar tiradores de cerveza rubia y tostada en muchos establecimientos, algo impensable hace unos años. Tierras históricamente vinícolas como la Rioja o Navarra ya tienen muchas cervecerías artesanales.

El acérrimo defensor de la cerveza también está mutando. Abriéndose a cervezas menos complejas, en donde las formulas de pureza agua, cereal, y lúpulo, están dando unos resultados espectaculares. Afortunadamente empiezan a aparecer en el mercado cervezas artesanales más "suaves", más populares, muy bien ejecutadas y con un componente fundamental, la pasión.

Esa palabra que en cocina quasi se ha desgastado, en este mundo vuelve con fuerza. El productor suele ser a al vez, diseñador, embotellador, distribuidor....él se lo guisa y él se lo come, mejor dicho se lo bebe. Y tan mal no lo deben estar haciendo cuando los casos de éxito ya no son una rara avis.

Y si alguno cree que son caras, que haga una cuenta y valore. Un botella de vino es de 75cl, que si lo dividimos entre el volumen de un botellín de 33cl, nos da una valor de 2,27. Si tomamos un precio alto de venta a público de una cerveza artesana en un lineal, ronda los 2,5€ y, tras multiplicar los 2,5€ por 2,27 obtendremos el equivalente para poder comparar con una botella de vino. 5,675€. La pregunta es obligada ¿cuantos vinos por ese precio tienen una calidad similar a esa cerveza artesana?

Esta pregunta la van a responder ustedes. Pero para responderla van a tener que beber rica cerveza artesanal, prueben, descubran que no todo es rubia, tostada y negra. Que aparecer con una cerveza, es un perfecto regalo antes de una cena a la que hemos sido invitados. Descubran su estilo de cerveza que más les gusta. Comparen pils y lager, llénense de aromas con una ipa, coman una stout porter...se les abre delante un mundo infinito. Les dejo meditando mientras apuro una buena pils Sevillana. ¿o pensaban que solo centroeuropa hace buenas cervezas?



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