7 de enero de 2021

¡VIVA EL CAFE DE MIERDA!


Foto de Kaboompics .com en Pexels


Ya vivimos en la nueva normalidad con absoluta anormalidad, ya estamos en esa tesitura de “mínima tregua en el bar, café con dos de azúcar y cruasán” que canta el grandísimo Joaquín Sabina. Despertador, ducha y café. Al curro, a darle y darle hasta que un “cafelito” nos sirve de oasis mañanero. Y tras la comida, un cortadito, pero hoy me lo pones con Bayleis que es viernes.

No creo que haya una bebida que se tome tanto y que este por norma general, tan poco valorada. Tomamos un café de mierda. Por la mañana podemos llegar a utilizar el del día anterior. Del de la máquina del café del trabajo mejor no hablar. Y no mentemos el cortado del bar de después de comer. Entre el azúcar que le ponemos y lo malo que nos lo sirven, es más un brebaje que un café.

Porque al pobre café lo hemos machacado sistemáticamente. Cosa que no pasa con otro tipo de productos, exigimos una buena tortilla de patata, una carne a la plancha correctamente realizada, unos “chipis a lo Pelayo” que estén jugosos y no chiclosos, un pan crujiente. Buscamos un mínimo de calidad en lo que pedimos en las barras y restaurantes que volveremos a frecuentar.

Pero con el café, nada de eso. Cafeteras sucias, molidos que llevan días en el bote, agua excesivamente caliente, uso de mezcla por sistema y abaratar los costes que hacen que los ratios rocen el 800%.

Y ejecutar un buen café no es esconderlo bajo una capa de espuma de leche en la que el camarero, nos hace un dibujito precioso que nos cuenta “persigue tus sueños”. Menos “espumitas” y mejor calidad del café.

El café con precisión, con conocimiento, con cariño, con limpieza. Un barista me comentaba que para hacer un buen café solo hace falta tres cosas, buen café, buena técnica para hacerlo y buena agua.

Y en multitud de ocasiones ni cariño, ni buen café, ni limpieza. Café de mierda, tal cual. 



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