12 de febrero de 2015

VA POR USTÉ MAESTRA.



A raíz del último premio que les ha sido otorgado, me lanzo a escribir sobre una mujer que admiro y disfruto a partes iguales en este mundo de la gastronomía, no vayan ustedes a ser excesivamente perspicaces y esperen al final para descubrir el perfil.

Fue un cuento que contó, o que leí, o que escuche, ya no recuerdo de que forma comenzó la historia. Un cuento en el que expresaba que tenía que dar mil gracias a mucha gente, a muchos amigos, a mucha familia, a muchos y que las había metido en 75cl y en forma líquida.

¿Se pueden beber las gracias? ¿se puede transmitir sentimiento en una copa? Quizás la arbitrariedad me dejo un poso exagerado y distorsionado de lo que deguste pero, el tiempo inexorable ha corroborando que aquella primera botella que encerraba agradecimiento era una trampa dulce.

Que ingenuidad pensar que vertía un caldo que condensaba mil gracias. Era todo lo contrario, las repartía, era una entrada a una película que acababa de comenzar. Un proyecto desdibujado contado entre las paredes de una bodega sirvieron para conocer a la culpable de aquel elixir, la circunstancia brotó, déjenme pensar que Baco tuvo un poco de culpa.

Y el tiempo ha ido pasando y como buen vino, aquel mosto inicial ha fermentado, ha ido convirtiéndose en vino, con añadas mejores y peores, pero con la ilusión mantenida desde el comienzo. Todas las locuras de este desalmado que les escribe, le ha propuesto, han encontrado una sonrisa y un "en que lío me vas a meter esta vez". Así que el pretexto se ha dado en forma de premios que han recibido últimamente para, dar las gracias, la enhorabuena a una persona, a toda una familia que son ejemplo de como se hacen las cosas cuando salen desde dentro.

Espero poder estar por ahí y, seguir llevando a puerto ideas delirantes, proyectos imposibles. Poder disfrutar con el paso de los años de otra cosecha de mil gracias, como las que hoy quiero dar a toda la familia Ochoa y en especial a Adriana.




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